Biografía

Fernando Beorlegui

Fernando Beorlegui (1928 – 2008) fue un relevante pintor de finales del siglo XX. Desarrolló el grueso de su trabajo en la localidad guipuzcoana de Éibar, ciudad en la que residió desde los 28 años. Eibar le sedujo por sus características urbanísticas y humanas: un urbanismo laberíntico en que se integraban sus ciudadanos y el hecho que fuera cuna de artistas. Realizó exposiciones en Madrid y otras ciudades españolas, sobresaliendo las realizadas en el País Vasco y Navarra.
La obra de Gustave Doré y de Francisco de Goya fueron la base de su trabajo y estilo que conformó con el ambiente industrial y carácter eibarrés dando como resultado una pintura realista y figurativa.
En sus comienzos su obra era más convencional para pasar, en los años setenta a un estilo más abstracto experimentando técnicas de raspado, texturas y veladuras.
En la década de 1980 se acentúa el dramatismo en sus lienzos. Sus obra crecen en tamaño a la vez que se representa el mundo que le horroriza y a sus habitantes, es una visión del mundo como espectáculo y una crítica irónica al mismo expresado con realismo social. La influencia de la luz y el color le hicieron desembocar en el realismo mágico.
A finales del siglo XX su expresión se vuelve más serena, con paisajes, figuras y bodegones donde se aprecia un poético equilibrio clásico.

BIOGRAFIA DE FERNANDO BEORLEGUI BEGUIRISTAIN

(Biografía publicada en «Gogoaren pintzelkada garratzak- Pinceladas ácidas del pensamiento» ed. Fundación Kutxa. Donostia-2010 y escrita por Mikel Beorlegui Ereña, uno de los hijos del pintor)

Cuando escribió sobre su vida, en una autobiografía publicada en 1993, mi padre relataba con sencillez los primeros años de su infancia. He tomado como referencia muchos de los datos allí contenidos para construir esta biografía.
Fernando Domingo Beorlegui Beguiristain nace el 21 de enero de 1928 en Campanas (Navarra).
Era un reducido núcleo vecinal situado a unos once kilómetros al sur de Pamplona y perteneciente a tres municipios Biurrun, Muruarte de Reta y Tiebas. La casa de los Beorlegui estaba en la zona de Tiebas donde el aita acudió a la escuela para cursar sus estudios primarios.
Campanas era un lugar de tránsito de la Navarra media a la meridional que estaba económicamente vinculado a la producción vinícola y harinera. Contaba con su estación de ferrocarril, una capilla y un conjunto de viviendas asomadas a la carretera. Estaba, presidido por la gran chimenea de la vinícola que aún ostentaba la estrella de David ya que fue fundada por un judío.
Con pocos años mi padre comenzó a dibujar con gran habilidad. Pasaba mucho tiempo en esta tarea y su abuela, que temía por el futuro de aquel niño, solía decir que todos los pintores morían tísicos.
Pocas veces veía directamente obras de arte y disfrutaba mucho observando las imágenes de una revista a la que estaba suscrita su madre, especialmente de la serie titulada “Viaje sentimental a los museos de Europa” escrita por José Francés.
En la pared del estudio conservó un recorte de una de aquellas imágenes de Goya que le acompañó de por vida.
En esta época, mi padre y sus hermanos jugaban al hinque, construían columpios, trepaban por el interior de la alta chimenea, hacían malabarismos y acrobacias con los feriantes o titiriteros que por allí repostaban de paso a la capital, llevando consigo animales amaestrados, osos, cabras…

Beorlegui en 1935 en su primera comunión.

En Campanas el ferrocarril era un elemento romántico con el que recrear historias de quienes se dejaban observar desde el exterior. Del mismo modo por la carretera transitaban toda suerte de gentes: el afilador, el pimentonero, el zapatero de Biurrun, Filo el cartero de Tiebas sobre su mula blanca, el barbero, mendigos…. Así me lo ha relatado años después su hermana, la tía Tere.
En tiempos de la guerra y en la posguerra se veía mucha pobreza. Cuando pasaban los camiones con soldados republicanos, los niños levantaban el puño izquierdo, sin embargo hacían el saludo fascista al paso de soldados nacionales.
En una ocasión se presentó frente a la puerta de su casa un mendigo ataviado con un uniforme de coronel robado de alguna tumba. Imagen sobrecogedora que mi padre retuvo en su memoria y que, años más tarde, formaba parte de una de sus figuraciones sobre la que comentó: “siempre he admirado el grado de libertad de estos seres y el alto precio que pagan por ella”
Mis abuelos, Fernando y Mercedes, ni rechazaban, ni aceptaban expresamente, sus inquietudes artísticas. Un año por Navidad le regalaron un libro sobre Miguel Ángel …”Yo pensaba que era un gran pintor y no un gran escultor”… afirmaba mi padre. Pintó unos angelitos de la capilla Sixtina para el escenario de las comedias que representaban en el pueblo. Desde Valladolid, una tía monja les enviaba los libretos que luego representaban frente a un escenario armado entre dos pinos.
En otra ocasión su padre trajo a casa un ejemplar de la Divina Comedia de Dante, con las espectaculares ilustraciones de Gustavo Doré…”a mi lo que realmente me influyó fue este libro”… decía en más de una ocasión.
Le gustaba recordarnos cosas de su niñez, los cantos infantiles, la escuela, la Semana Santa, pero no le gustaba ver cómo habían arrasado la sierra de Alaiz con enormes canteras y cómo habían despojado el castillo de Tiebas de elementos constructivos para restaurar el de Olite. Aquel castillo donde jugaba a buscar tesoros o galerías ocultas. A Campanas iba poco.

Al igual que sus otros dos hermanos Juan José y Santos, nuestro padre fue al internado de los padres maristas de Pamplona en 1937, donde no pudo aprovechar el tiempo, según contaba. Allí estuvo muy a disgusto, pasó frío y padeció fuertes bronquitis. También temía a algunos frailes .. Sus padres decidieron sacarlo.

Fernando Beorlegui

En la calle de la Cruz de Pamplona, entre los años 1942 y 1945, recibe las enseñanzas básicas de pintura en el estudio del Javier Ciga Etxandi. Allí aprende nuevas cosas sobre la vida, desde la visión melancólica e idealista de un castigado por la guerra. Un Javier Ciga, que salio de la cárcel sin ilusión por seguir pintando, viendo cómo fusilaban a amigos y a compañeros de celda, después de que él los dibujase durmiendo, comiendo, defecando… Les contaba el triste caso de un amigo, el concejal tudelano Aquiles Cuadra con el que compartió celda.
Ciga, como buen admirador de Sorolla, le enseñaba a utilizar los colores y la luz, partiendo de manchas sobre las que debía trabajar volúmenes y colores, a la manera de los impresionistas mientras le aleccionaba sobre el uso del pincel y la espátula.
Para empezar, le hizo dibujar estatuas clásicas al carboncillo como la Venus de Milo o la Victoria de Samotracia, pasando a copiar algunos cuadros como un San Bruno, algún cuadro de su maestro, Inocencio García Asarta, o cuadros propios como el retrato de Migueltxo, el hijo de Ciga que aún conservamos en casa. También le inició en la técnica del paisaje y en los rudimentos del bodegón.
Mi padre estaba entusiasmado y en Campanas retrató a sus abuelos, a su madre, a compañeros de clase, a sus hermanos, al veterinario del pueblo -el señor Gortari- e incluso pintó un lienzo cruciforme representando el martirio de Santa Úrsula para la iglesia de Tiebas.
Estando ya bastante enfermo, el aita nos decía que a él le apuntaron donde el mejor pintor del momento.

Su primer viaje a Madrid y sobre todo, la visita al Museo del Prado fueron para él todo un acontecimiento. Allí pudo contemplar, cara a cara, las obras de los maestros que conocía en libros y revistas. Quedó fascinado con las pinceladas de Velázquez, las luces de El Greco, los colores de Tiziano, las veladuras de Rubens pero, sobre todo con los cuadros de Goya. Aquellas expresiones cercanas, aquellos contrastes, los inconfundibles blancos …¡Sus personajes estaban vivos!… Goya, sin duda alguna, imprimiría en su visión pictórica una estela maestra por la que él accedería y saldría durante todo su ciclo creativo. Así me lo explicó en un viaje al que le acompañé con 13 años.
Nuestro abuelo Fernando, conformó una nueva empresa de elaboración y venta de vinos en Estella y en la primavera del 1945 se instalaron en un amplio piso de la Plaza de la Coronación, frente a la estación de ferrocarril, la del “Trenico”, que uniría posteriormente a nuestro padre con Eibar.
Estella Lizarra, en pleno camino de Santiago, con sus imponentes muros ancestrales, con una floreciente actividad industrial y sus bulliciosas fiestas y mercados, contrastaba con la sencillez de su pueblico. Mi padre siempre admiró este compendio del arte en piedra y le encantaba perderse por sus callejuelas observando detalles olvidados de entre los altorrelieves depórticos, o claustros, sin dejar de visitar las tascas de luz mortecina y olor a mistelas, grasuz y encurtidos.
…”En Estella se me presentaban sentimientos antagónicos. Uno religioso, rígido, Acción Católica, Adoración Nocturna”….”y otro festivo, pagano, la realidad, la juventud y las bacanales”…

Fernando Beorlegui pintando un paisaje urbano

Con sus hermanos y amigos formaron la Peña Urbasa en la que pintó alguna que otra pancarta. Además en Estella nació Blanca su hermana pequeña.
Aquí conoce a nuestra madre, María Luisa Ereña, una Eibarresa que venía a pasar el verano, en el “Trenico”. Un día el aita le dijo que él tenía dos novias. Que la primera era ella y la segunda, la pintura.
Junto a su hermano mayor, el tío Juan José, construyeron una piragua en la que practicaban remo y en la que, años después, algunas tardes de verano, paseábamos por el río.
En Estella contactó con un nutrido grupo de pintores paisajistas con los que salía los fines de semana a pintar, “a plein aire” por los rincones de la ciudad y por los alrededores. Entre los años 1949 y 1952 participó en varias muestras colectivas de “Artistas Estelleses” promovidas por el ayuntamiento, junto a pintores y amigos como Bonifacio Echávarri, Domingo Llauró, Satrústegui, Erce etc…
Su gran amigo Bonifacio (Boni) me cuenta cómo, desde el primer domingo de su amistad, salieron con sus caballetes al campo, a pintar un paisaje, y no dejaron de pintar todo lo pintable, llegando incluso, a meterse dos veces en el cementerio, con buen y mal tiempo, donde no obtuvieron cuadros muy alegres.
Con mi madre paseaba hasta las nueve y, de camino a casa hacía una parada en el estudio de Boni para charlar sobre arte y sobre lo que estaba pintando cada uno.
Con mi abuelo y junto a mis tíos, Juan José y Santos, mi padre aprende el oficio del vino. Viaja en varias ocasiones a Villafranca del Penedés y a Valencia en cuya catedral, según nos contaba, volvió a impresionarse con dos soberbios lienzos de Goya que narran dos pasajes de la vida de San Francisco de Borja, haciendo mención especial del cuadro colgado a la derecha del altar, donde este santo asiste a un moribundo impenitente protegiéndole de los demonios; de nuevo el Goya directo con sus obras latiendo frente a mi padre.
En agosto del 1945 recibe el título de capataz de viticultura y enología en la escuela de capataces de San Antonio de Requena.
De nuevo en Estella lleva un ritmo de vida trepidante. Trabajando por la noche, escribiendo poesía y pintando al amanecer.
Conoció a Gustavo de Maeztu, otro pintor que se apostaba en las esquinas dibujando de pié en sus cuadernos. Recordaba a un Gustavo elegante, vigoroso, amante del lujo e instalado definitivamente en la ciudad en el año 36 tras el fusilamiento de su hermano Ramiro.
En el cuartel de Estella hizo el servicio militar (años 1949-1950) Fue un periodo llevadero pues tenía tiempo, entre otras cosas, para atender la oficina del negocio familiar y para darse un respiro. Fueron más duros los meses de campamento, en Miranda de Ebro. Allí adelgazó hasta quedarse en los huesos.
Junto a su gran amigo Boni, en 1951, mi padre aprovecha la ocasión de pasar 8 días en Madrid, con motivo de la Primera Exposición Bienal Hispanoamericana de Arte. Además de visitar todas las mañanas la citada muestra, Ernesto Khale un amigo y magnífico dibujante les pone en contacto con pintores de la talla de Daniel Vázquez Díaz, Agiar, Pepe Caballero o de la escultora Pilar de Marqueríe, entre otros.
Mi padre confesó a Boni que era allí donde se podía aprender y hacer algo.
De hecho, unos meses más tarde, viaja a Madrid animado por una hermana de su madre, la tía Eugenia, y por un tío canónigo, Don Santos, con la intención de profundizar en la pintura y conocer de cerca el ambiente artístico de la capital. Era el Madrid de la posguerra donde Dalí, por aquellas fechas, era noticia por su exposición y por sus declaraciones. Nuestro padre visita esta exposición pero Dalí no le llega a entusiasmar. A su entender, estos cuadros carecían de la fuerza expresiva que él esperaba. Con esta decepción casi abandona el interés por el surrealismo ¡Paradójicamente, a punto de estuvo vender en el rastro sus libros sobre esta corriente!
En Madrid se pone a trabajar como contable y, tras una intensa búsqueda, consigue entrar a pintar en el estudio de Eduardo Chicharro Briones, otro admirador de Sorolla, uno de los creadores del movimiento estético postista que, curiosamente, era más un teórico del arte que un profesor de pintura. Allí pintó mi padre paisajes urbanos, retratos y bodegones, hasta llenar las paredes de su habitación.
…”Era el Madrid de la posguerra. La gente tenía hambre, tanto es así que la fruta preparada para los bodegones acababa siendo mordisqueada por la parte de atrás”…me contaba en una ocasión.
Por las noches acudía al Círculo de Bellas Artes y dibujaba modelo al natural. Los domingos acababan con una tertulia donde, una serie de artistas, se reunía en la casa de la anfitriona de la pensión.
Lamentablemente, en Madrid no encontró los indicios de la vanguardia que el buscaba. Vendió algunos cuadros, que nunca cobraría, y en 1952 se marchó a Logroño.
En la Escuela de Artes y Oficios de Logroño se matricula para aprender el modelado en barro y el vaciado en escayola con el profesor Reina. Al principio se aloja en la Pensión Castellana.
Aquí conoce a un grupo de pintores con los que comparte estudio en una esquina se la calle Sagasta. …”Tengo una buhardilla próxima a la Rúa Vieja. Es pequeña, oscura y huele a difunto”… Hace bodegones, retratos y desde allí pinta las torres de la Redonda.
Se reunían en la Reja Dorada, el mesón de José Mari Viguera, un amigo que también era pintor.
En esta ciudad regenta un prospero negocio de abastecimiento a bodegas frente al teatro Bretón de los Herreros. En Logroño expone junto a artistas como, Soriano, Lozano, Reina, Viguera, Lazaro… a los que califica como de gran categoría.
Por las tardes se desplaza en moto y con todos los bártulos y paisajes coloristas, en los que capta la luminosidad del entorno y el azul especial del cielo riojano en clave postimpresionista.

Fernando Beorlegui el día de su boda con Mª Luisa Ereña

El 22 de mayo de 1954 se casa con nuestra madre María Luisa y tres años más tarde nace Isabel, mi hermana mayor. Se instalan en un piso de la calle Vara de Rey de Logroño.
Razones de índole familiar le llevaron a trasladarse con su familia a Eibar (1958) Este era un espacio novedoso, en constante eclosión industrial, donde sus gentes estaban integradas en un creciente urbanismo caleidoscópico, cubista, caótico y en la que nacieron artistas como Zuloaga, Olabe, Elgezua y toda una saga de figuras relacionadas con el damasquinado, el grabado, la escultura y otras disciplinas. Aquí se asienta definitivamente. En Eibar nacemos Jabier, María Jesús y yo.
Entre el 58 y el 62 hace sus primeros ensayos con el grabado a buril. También modela un conjunto de esculturas en arcilla refractaria y realiza una serie de esmaltes artesanales sobre cobre, utilizando el fotograbado para el campeado.
En el año 1963, interesado por impulsar la vida cultural del pueblo, entra a formar parte de la directiva de la Sociedad Cultural Arrate que, desde el año 1952, se había convertido en el agente dinamizador de la cultura en Eibar.
En verano íbamos de vacaciones a Estella, después de interminables viajes en Gordini, y allí mis padres nos llevaban por todos los lugares con algún significado para ellos: Los Llanos, El Puy, Montejurra, Urbasa.

A partir de 1964 construye esculturas en forma de cajas hechas de alambre y tela metálica algunas policromadas, producción que, años más tarde, volverá a retomar y a enriquecer con otros materiales como madera, cuerda, tela… En esta época talla varias esculturas en piedra.

Dos años más tarde junto a Paulino Larrañaga, Daniel Txopitea y Marino Plaza pinta en un desván de la calle Pagei, propiedad de la familia del pintor jacinto Olabe. Era una estancia alargada, de unos veinte metros cuadrados, en una sexta planta, con su pequeño retrete bien decorado, y con ventanas orientadas hacia el norte, hacia las vías del tren, con muy buena luz para trabajar, sobre todo por la tarde. Allí pintará óleos cubistas, fauvistas, construirá esculturas de tela metálica y hará vaciado en yeso. Esta fase quedó plamada en cuadros como “El estudio de Pagei”, “ La Familia” o “Retrato de Txopi”

En 1966 consigue un magnetófono y unas cintas. Suenan por la casa frases en italiano que repetíamos todos. A los pocos meses aterriza en Milán para estudiar el funcionamiento de unas máquinas recién adquiridas. Visita la Pinacoteca de Brera y en una exposición antológica tuvo ocasión de conocer al prestigioso Carlo Carrá, uno de los padres de la pintura metafísica. Aprovechó la ocasión para adquirir buenos pigmentos.

Participa en diversas exposiciones con artistas eibarreses y en 1968 contacta con Agustín Ibarrola y con otros artistas de su entorno.

Fernando Beorlegui junto a Oteiza

El escultor Jorge Oteiza visita el estudio de Pagei en 1967; Exclama ¡Este es un estudio vivo! y les propone ir a colaborar con el proyecto de la escuela de arte que está organizando en el edificio de la fundación Ostolaza de Deba. Les dijo: Enseñaremos y aprenderemos.
El aita, en los primeros años, participa activamente con esta iniciativa, pero pronto abandonará aquellas disertaciones sobre poesía, danza, sobre el tiempo coreográfico y el cinematográfico para centrarse en la investigación sobre la materia y la figuración. En Deba pasamos dos veranos en los que además de acompañar a mi padre al estudio de Oteiza en Orio, frecuentaba el taller de modelado bajo la supervisión de Ibarrola.
Es un periodo de ilusión mi padre revisa los trabajos de Kandisky, Mondrian, de la Bauhaus. Se puso entre otras cosas a componer collages de aspecto suprematista y constructivista.

Partiendo de los escritos de Moholy Nagy y sobre todo de los postulados de Anton Ehrenzweig, entre 1973 y 1974, reorientará definitivamente los planteamientos de su obra, asumiendo nuevos procesos en la praxis creativa. El libro “El orden oculto en el arte” supuso para él toda una revelación. Comprende mejor la función de organización de la mente inconsciente y los procesos en la dinámica mental que un artista experimenta en el acto creativo. Se acercará poco a poco al modo sincrético, infantil, teorizado por Piaget.
…”acabé de convencerme de que la propia personalidad, la intuición y el subconsciente valen más que el racionalismo”…

En 1974 junto a Iñaki Larrañaga y Daniel Txopitea, da forma a una iniciativa vanguardista que, desde diferentes proyecciones, aspira a desligarse de la estética de corte costumbrista que viene marcando la obra de los artistas locales desde hace unas cuantas décadas. Surge así el grupo Gorutz.
En el mismo confluyen tres fórmulas de trabajo de la mano de tres artistas con procesos evolutivos diferenciados. Este proyecto se materializa en debates, escritos y en varios ciclos expositivos a los que posteriormente se sumará el ceramista Marino Plaza.
Se percibe cada vez una mayor consolidación en su estilo. Avanza hacia un nuevo modo de pintar más personal, maduro y definido en el que abordará los contenidos iconográficos de una forma más cruda y dramática con las contradicciones de la sociedad, la miseria, el abandono…
En la base de su nueva creación esta la experimentación con la materia, especialmente con la técnica de la pintura al temple, retrotrayéndose a las fórmulas del trecento y del Quattrocento italiano (Cennini, Giotto, Piero…)
Alberto López en uno de sus catálogos relacionados con el el grupo Gorutz comentará …”los últimos años de Beorlegui vinieron caracterizados en su pintura por un cierto cubismo adscrito a la herencia de Lëger, unido a un gusto “fauvista” por el color, con lo que Beorlegui obtenía unas obras bastantes caracterizadas, con las que todavía se le conoce e identifica”….”Las últimas tendencias en pleno auge hace unos años, el op-art y el cientismo serán empleadas por Beorlegui realizando construcciones tridimensionales con mallas (metálicas) coloreadas, siempre con referencias figurativas”… …”encontrándose por el contrario en muchos casos al borde entre esto y la abstracción”…
Con el arquitecto Alberto López instala una oficina de diseño, proyecto D.I.B. (Diseño Industrial Beorlegui) en la torre de Untzaga.
Entre los años 1972 y 1976 imparte clases de pintura y escultura en la Escuela de Armería.
A este periodo corresponden la serie de obras lineales de músicos, paisajes, retratos y figuraciones vinculadas a este cubismo colorista. Estampa sus primeras xilografías y prosigue su experimentación con el buril y las técnicas del aguafuerte produciendo sus primeras estampas.
Realiza una serie de obras que llamará “tauromágias”, “fiesta” y, al igual que los antiguos, llevará al ámbito calcográfico sus cuadros más emblemáticos: Jerarcas, fábula, soinularia, musikoak, mendigos, Arrateko erromesak… Contará en éstos momentos con el gran apoyo de su amigo Félix Aranzabal.
La percepción de un espacio urbano como dimensión para el ciudadano y no como algo al servicio de la especulación, le llevaron a participar en la incipiente asociación de vecinos Gure Herria que, de primeras, le propuso la presidencia en ,1975.
Junto a Juan San Martín, protestó enérgicamente en la prensa, por enfoque erróneo en la restauración de las valiosas pinturas murales aparecidas en el Santuario de Arrate.

Fernando Beorlegui cerca del estudio en San Cristobal

En 1976 Traslada su estudio a la calle San Cristóbal.
En este bajo, rodeado de pequeños talleres, se recluye durante largas horas para experimentar, abocetar, pintar. “producir” lo mejor de su legado artístico. Por aquí desfilaron amigos y curiosos, buscando la novedad, la sorpresa y la magia de este singular espacio. Rafa, Félix, Perico, Baroja, Alberto, Arantza, Marino, Panero, Cundín, Jorge, Mendi…fueron algunos.
Este año se publica el libro Harkaitz de J.M: Arrieta en el que el aita ilustró la portada y el interior con una docena de dibujos a plumilla, relacionados con la mitología vasca.

En la Escuela Armería de Eibar y por iniciativa de Illarramendi, el aita organizó un curso de grabado en 1979. La asistencia fue elevada. Se dieron cita varios artesanos locales del grabado, entre ellos Pedro Azpiazu y Paulino Larrañaga junto a mi padre a G. Ramos Uranga y M.P. Herrero que impartieron sus enseñanzas. Se conformó el grupo AZIDO TALDEA que realizó varias exposiciones conjuntas y que constituyó el germen para el nacimiento de una nueva generación de grabadores.
También durante estos años, gestiona una sala de arte en la calle Sancho el Sabio de Vitoria-Gasteiz donde organiza diversas exposiciones en la que mostraron sus trabajos artistas de la talla de Arrastalu, Oteiza, Ameztoy, Goenaga, Cundín., Plaza.. entre otros.
En 1980 organiza una escuela de Arte en Elgoibar promovida por la asociación Ongarri. Escuela de Arte Egur en la que enseña pintura, escultura y grabado. Desde aquí promoverá un ciclo de exposiciones colectivas.
En esta década realiza carteles para distintas fiestas de Eibar.

En 1982 expone en el Museo de Logroño y dona el cuadro “Jerarcas con pez”. Un peregrino alemán Van Wermer Junker asiste a la inauguración y adquiere un grabado. Posteriormente publica en la revista Rheinischer Merkur un artículo titulado “Camino de Santiago a su paso por Logroño” en el que escribe sobre la impresión que le causó la obra del aita.

Este año, mi padre vuelve a visitar el Museo del Prado, acompañado por su amigo Txema Cundín y, poco después, escribe acerca de su decepción sobre los métodos con los que se están restaurando algunos cuadros en un artículo titulado “Heminway, El Prado y Delacroix” publicado en el Diario 16, Egin y El País (que parcialmente censuró) …”Si alguien no pone freno, inmediatamente, a la labor devastadora que los restauradores del Museo del Prado están llevando a cabo con el patrimonio allí depositado, será mejor que en el futuro lo contemplemos en los libros de arte”…

Escribe igualmente artículos y los textos para catálogos de diferentes artistas.

Visitantes al estudio de Fernando Beorlegui

En 1984 pronuncia una conferencia en el Instituto de Eibar sobre el concepto del espacio en el Arte. Ese mismo año recibe un encargo de Euskaltzaindia para realizar un cartel conmemorativo del centenario de la publicación de la “Gramática de los cuatro dialectos literarios de la lengua Euskara” escrita por el lingüista navarro Arturo Campión. Se publica, además, el Tomo III de la colección Pintores Navarros donde Salvador Martín Cruz escribe un capítulo titulado “Fernando Beorlegui: una pintura llena de corazón”

Al año siguiente su obra gráfica será expuesta en el Pabellón internacional de Taipec junto a obras de Picasso, Miró y Dali. Mientras, trabaja conjuntamente con Pedro Azpiazu, en un libro de lujo, ilustrado con sus grabados y, con textos del bertsolari Xabier Amuriza.
En 1986 el aita imparte un cursillo resina de poliéster en EGUR, y ese mismo año restaura los gigantes de Elgoibar.
Padece un infarto de miocardio agudo cuando iniciaba sus vacaciones en Estella.
Tras unos meses de reposo y cuidados se reincorpora al trabajo y continua trabajando y exponiendo (Sala de exposiciones de la CAN de Pamplona y Museo de Santander)
En sus lienzos se percibe ahora una tendencia a intensificar el cromatismo y la luminosidad, manteniendo la doble referencia, la del entorno real y la del mundo interno, onírico, de la imaginación. Crea entornos donde la figura humana llega a perder su condición material fundiéndose e integrándose recíprocamente con el paisaje, generando a la vez sensaciones de movimiento.
Un año más tarde Fernando Ponce publica el libro “Beorlegui” de la colección Arteguía, donde se ofrece un indispensable análisis de su obra más reciente.
Entre los años 1989 1993, el aita se da a conocer en diferentes medios: Es entrevistado por Jose Mª Iñigo en el programa “Iñigo en directo” de la ETB y vuelve a colgar sus lienzos en una serie de exposiciones individuales en Eibar, Las Arenas, en la galería Torres de Bilbao, en Donostia…
Pronuncia una conferencia en Mondragón donde conoce al poeta Leopoldo María Panero, quien se convierte en gran admirador de su obra.
También ilustra una serie de obras, como la portada de la revista Mon Juridic, del Colegio de Abogados de Barcelona, el libro Kopla Zaharrak escrito por Antxon Narbaiza y un número de la revista Zurgai dedicado a la poesía Canaria. Comienza su serie de esculturas biombo policromadas.

En 1993 se inaugura una exposición antológica, titulada Fernando Beorlegui» comisariada por I. M. Ruiz de Egino y expuesta en la sala Garibai de Donosti y en la sala de cultura del Ayuntamiento Eibar. A raíz de este evento se publica un voluminoso catálogo que constituye un documento imprescindible a la hora de interpretar su trayectoria artística. En el mismo nuestro padre redacta una primera autobiografía y Rafael Castellano en su texto «Fernando Beorlegui pinta el tiempo» presenta una semblanza muy cercana en la que expuso las claves del artista y de sus condicionamientos creativos, aportando detalles minuciosos sobre su manera de trabajar. Al hilo de esta exposición Leopoldo María Panero escribirá en un artículo …”la pintura de Beorlegui escapa de la “manque” o de la falta ontológica de signo partiendo de lo cual decimos que la palabra es el asesino de la cosa”… …”es así que el arte dibuja lo que en el hombre falta, lo que le separa de su condición de ser universal”…
Vuelven a ser años de intensa actividad. Participa en exposiciones colectivas temáticas organizadas en Eibar : Txorimaloak, Bizikletak y “Mail art”. Visitará en varias ocasiones la feria Arco acompañado de sus amigos Juan Luis Mendizabal (Mendi) Iñaki Larrañaga, Pedro Azpiazu, Laurentino Aliende…

Fernando Beorlegui en exposición junto a sus cuadros

Entre 1995 y 1997 utiliza fotos urbanas tomadas en Estella, Eibar y en pueblos de la costa vasca y compone una serie de cuadros y grabados de gran formato: Kalejira, Bacanal, Errena, Inauteriak, Baseliza, Inventores…. Pinta una series de animales conformados con frutas y verduras emulando las visiones de Arcimboldo.
En los años 1995 y 1996 expone en la sala Berta Belaza, en la sala García Castañón de la CAM de Pamplona y en sala Oletxea de Donostia donde muestra su serie de animales oníricos y el conjunto llamado “Solsticio solar”.
Participa con tres obras en la exposición inaugural colectiva de la casa de cultura Portalea de Eibar titulada Eibartikan donde Mª Fran Machín, en el catálogo de la misma, hará referencia a su nuevo lenguaje pictórico …”Beorlegui construye la escena con imágenes interrumpidas, fragmentadas, superpuestas, de lectura secuencial, conjugando personajes y arquitecturas dentro de perspectivas insólitas, ordenándolos sin imprevistos, en un trabajo de reflexión, sin que nada quede al azar”…
En 1997 el aita convence a Jorge Oteiza para colocar una escultura dedicada a Txopitea frente al Coliseo de Eibar y se vuelven a juntar las obras del grupo Gorutz en la sala Altxerri de Donosti. Un año más tarde participa en el ciclo de conferencias de homenaje a Jorge Oteiza.
Colabora igualmente en la exposición colectiva “Grabagintza experientziak” (1999)
En 2001 sale de una complicada intervención a corazón abierto de la que se recupera durante los meses estivales. No obstante, con el apoyo de amigos y familiares se inaugura una exposición en el museo de Durango donde muestra su Solsticio solar junto a sus últimas obras.
Participa en la exposición colectiva sobre la República en la sala Portalea de Eibar 1931-2001 con la obra «Familia” (1994)
El aita diseña, asimismo, el logotipo y el trofeo del concurso fotográfico “Indalecio Ojanguren”
Nuestro padre realiza el cartel de las jornadas de teatro de Eibar (2002) y en un artículo aprovecha para denunciar la falta de escenarios adecuados en la ciudad y pronunciándose en contra de la desaparición o la reestructuración del emblemático cine Coliseo.
Vuelve a exponer en Eibar, en la sala Topaleku y aquí Rafa Castellano publica un artículo titulado “Eibar: del damasquinado al japening” (2003) El aita redacta el díptico haciendo una propuesta didáctica para contemplar los cuadros.
Al año siguiente, muestra la obra de estos últimos en la sala Izpilu arte, en Zarautz, escenas con perros y lechuzas, malabaristas, bares, tiovivos, junto a esculturas de tela metálica, madera y resina. E. Kortadi escribe el artículo “Realismo cotidiano” donde dice…”Beorlegui sigue dibujando como los clásicos, como Dalí y los surrealistas más ortodoxos. Últimamente utiliza más color e intercala menos figuras con el paisaje del fondo”… Aquí exhibe algunas esculturas de resina de poliéster, de madera y de tela metálica, livianas, transparentes de una especial elegancia.
Sus últimos grabados muestran escenas crudas como el asesinato de la emigrante dominicana Lucrecia, la muerte encarnada en jinetes de polo y el canto desesperado de unas divas rodeadas de fotógrafos, con alusiones al grito de Munch. Son de formatos mayores y predomina la técnica del barniz blando.

Fernando Beorlegui con Mendi, Juanito San martín y otros amigos

Coincidiendo con el día de los museos y promovida por la Asociación de Amigos del museo, en mayo del 2005, recibió un cálido homenaje en el museo de San Telmo de Donostia, donde pronunció una ingeniosa disertación sobre la obra “Equilibrio efímero”.
Participa también en la colectiva Pizarras y Quijotes de Zarautz (2005)
Pinta a Icaro, y paisajes con cielos amenazantes de Eibar, Elgoibar, Ondarroa… pinta tabernas, retratos.
Con motivo del 75 aniversario de la república, participa de nuevo en una colectiva en el espacio expositivo de Portalea.
Propone e impulsa la publicación de la tesis sobre el patrimonio de la iglesia de San Andrés de Eibar. Satur Peña realiza una impecable tesis de investigación en la que el aita redacta una introducción donde habla sobre la percepción de las proporciones en el retablo de Araoz, sobre el estudio de la figura humana en el renacimiento y sobre el concepto de la eternidad. Será editada por el ayuntamiento de Eibar e ilustrada con fotografías de Garay y de Agirresarobe.
Aquejado de una grave enfermedad, en el verano del 2007 presentará en Zarautz un trabajo para la conmemoración del bombardeo de Gernika, donde su esposa asistirá a un emotivo homenaje brindado por el ayuntamiento.
En la mañana del 6 de enero del 2008, fallece en nuestra casa de Eibar dejando, entre nosotros, una fuerte impronta humana y creativa.

Enlaces externos:

– Para ver la biografía escrita por Egoibarra pinchar aqui.