J.J. FERNÁNDEZ

Crítica escrita  por  J.J. FERNÁNDEZ   y publicada en el Diario Vasco el 21.08.10 en relacion con la exposición de obras de Fernando Beorlegui en la sala Sanz Enea  de Zarautz.

Sueño y realidad

En la sala de exposiciones de Sanz Enea de Zarautz se expone hasta mediados del mes de septiembre una exposición retrospectiva sobre uno de los pintores más originales del panorama artístico vasco en la segunda mitad del siglo XX. Y es que desde las exposiciones celebradas en la Sala García Castañón de Caja Navarra en Pamplona, la Galería Olaetxea de San Sebastián y Topa Lekua de Eibar, no habíamos vuelto a tener la oportunidad de contemplar la obra del pintor navarro Fernando Beorlegui (Campanas, 1928) afincado en Eibar. Artista de múltiples registros, Beorlegui está considerado como uno de los máximos protagonistas de la pintura figurativa en el contexto artístico vasco de la posguerra, un contexto en el que la figuración no fue considerada al comienzo de la segunda mitad del siglo XX suficientemente contemporánea y, por tanto, los pintores que como Beorlegui decidieron adoptar contracorriente este lenguaje tardaron en recibir el reconocimiento merecido. La obra que ahora presenta en Zarautz es un repaso a su trayectoria con cuadros de diferentes períodos, ya que están representadas la mayor parte de las épocas por las que ha transcurrido la evolución personal del pintor navarro. Aun así, Beorlegui siempre ha mantenido un mismo estilo que ha seguido desarrollando hasta las últimas décadas: figuración con los contornos definidos y sin superposición de imágenes, y el mundo de los sueños como motor creador de su obra. Un sueño onírico y misterioso, simbólico y fantasioso, nada surrealista, y si ligado a la realidad, pues los sueños son también parte de ella. Así, en la pintura de Beorlegui podemos ver como las imágenes se suceden a partir de una mirada sencilla pero compleja ya que nos pide que no nos quedemos en la superficie del cuadro sino que profundicemos, busquemos no tanto el significado que el artista haya podido darle al tema del cuadro sino el que nosotros queremos otorgarle; el arte en el fondo consiste en eso, no sólo en la creación de artefactos más o menos bellos o sorprendentes sino en la reacción que provocan sobre nosotros mismos